Fiesta de cumpleaño (TODOS/LIBRE)

Había recibido una invitación a una fiesta que pintaba como una de la cual se hablaría durante semanas, y como todo evento social, María no se lo podía perder. Pasó horas maquillándose y peinándose luego de haberse puesto su ropa nueva que había comprado especialmente para la ocasión el fin de semana anterior. Cuando estuvo lista, metió un par de pastillas de menta en su bolso por si tenía que besar a algún muchacho y llamó un Uber desde su teléfono. Para su grata sorpresa, su amigo el arcángel Gabriel era conductor Uber y pasó por ella. El muchacho la tomó en brazos y voló hasta la estrella de la muerte. Rieron mucho en el camino, tenían historia juntos pero eso había sido hacía más de dos mil años. -Gracias, tesoro.- Le dijo la jovencita cuando llegaron a la puerta de la nave, depositando un beso en la mejilla del ángel. Aunque qué agradecimiento valía, si luego le llegaría el cargo por el viaje interestelar a su tarjeta de crédito.

Respiró profundo e ingresó, donde algunos stormtroopers la guiaron hasta el hall donde se celebraba la fiesta. Virgilio en verdad se había montado un fiestón. Pudo sentir como todas las miradas se posaban en ella, siempre había un brillo a su alrededor, además de que iba ligera de ropas y había cepillado cien veces su cabello para darle un brillo extra. Le encantaba ser el centro de la atención y que todos olvidaran a las conejitas, al menos por algunos minutos, en su presencia. Sonrió de lado a nadie en especial sabiéndose observada, tomó una copa de champagne que le ofrecía un camarero en una bandeja plateada y bebió un sorbito. Luego se acercó un poco más a la pista de baile, pero de costado. No podía meterse a bailar como loca, aún no estaba colocada y la noche apenas comenzaba por lo cual debía seguir luciendo prístina. Le pareció ver, entre la oscuridad y las luces de neón, a su hijo, pero, al acercarse, se dio cuenta de que no lo era. -Oh, eres tú, Pablo. Creía que eras Jesús.- Se excusó con una sonrisita antes de volver a empapar sus labios con alcohol.

outfit:

Había sacado de la tintorería mis mejores pantalones vaqueros, comprados rebajados en el Primark porque allí también hay rebajas. Esa mañana había llegado a mi esplendorosa morada, un piso de 60 metros en to'l centro de Madrid donde tiraba cartas a viejas y mataba ratas en mi tiempo libre para hacer pócimas, un sobre lacrado con una preciosa inicial grabada: la "S". Me sorprendí, debía haber sido invitado a una de esas fiestas de la sociedad Juliette, que había leído en un libro que existían. La autora era Sasha Grey pero seguro que escribió sobre esos antros de perversión porque existían de verdad, esa seguro que las ha vivido. Es toda una señora de la noche y está puesta en ese tipo de cosas, la muy guarrilla. Mala sangre tiene, mira que ofrecerse a cambio de dinero. Ni que fuera una gitana leyendo manos a los pies de la catedral de Sevilla, válgame el Señor.

—Bendiciones y buenas noches, vengo a leer las manos del compañero y desearle una vida próspera y llena de mujeres. —saludé al entrar a la virgen María mientras me quitaba el abrigo de piel de cabra. Ella era la única merecedora de mis saludos, pues la veía en sueños y me guiaba hacia la luz para convertirme en el mejor vidente de Albacete. Al de la coleta lo miré con rechazo y me alejé de él alzando la nariz. Quería copiarme el peinado pero le faltaba mucha queratina para llegar a mi nivel.

Me senté en un sillón, sonreí al viento, me aparté el pelo con la técnica que había aprendido del gran Severus Snape y bebí de mi copa de sangre. Como vampiro iniciado, convertido por el mismísimo Edward Cullen, estaba obligado a alimentarme de sangre de cerdo.
Vamos, de sangre de Mario Conde.